La alcaldesa de Guadalajara, Ana Guarinos, presidía con su bastón de mando la representación institucional en una procesión marcada por el calor extremo y la devoción popular.
Este domingo, Guadalajara celebró una de sus fiestas más emblemáticas, el Corpus Christi, reuniendo a cientos de ciudadanos a pesar de las altas temperaturas que superaron los 36 grados.
La eucaristía fue presidida por el obispo de la diócesis, Juliá Ruiz Martorell, en la iglesia de San Francisco, iniciando una procesión que recorrió las calles del centro histórico, desde San Francisco, por la Carrera, calle Mayor, Miguel Fluiters e Ingeniero Mariño, hasta la concatedral de Santa María. A pesar de la tormenta de la noche anterior, que dañó algunas de las alfombras elaboradas por las cofradías, el recorrido ha mantenido su esplendor, con calles engalanadas con cantueso y serrín de colores.
La Corporación municipal participó en la procesión, cerrando la comitiva tras el templete del Santísimo. La alcaldesa de Guadalajara, Ana Guarinos, encabezó la representación institucional, portando el bastón de mando y flanqueada por policías locales de gala, seguida por la banda del Cristo del Amor y de la Paz y precedida por el grueso de la Corporación municipal y otras autoridades políticas, militares y eclesiásticas.
Por delante de la custodia desfilaron los dulzaineros, la Cruz procesional y la Cofradía de los Apóstoles, una hermandad con más de quinientos años de historia. Los doce Apóstoles, junto a Jesús, recorrieron las calles, caracterizados con sus túnicas y atributos personales, rodeados por más de un centenar de niños y niñas de primera comunión, que han sembrado pétalos de rosa en el camino, mientras otros caían desde los balcones al paso del Santísimo.
El recorrido estuvo acompañado por repiques de campanas en cada templo y por la presencia de pequeños altares dedicados a la Virgen y el Santísimo, decorados con flores y ofrendas en lugares emblemáticos como San Nicolás, la iglesia de Santiago y los soportales de la concatedral.
La procesión culminó en la plaza de Santa María, donde los fieles han recibido la bendición impartida por el obispo Ruiz Martorell, con los Apóstoles y la custodia sobre el escenario, en un acto que reafirmó la fe y la tradición de Guadalajara en esta festividad tan señalada.